reflexiones
¿Y para cuando el crecimiento interior?
20 de septiembre de 2025 · Por Dora Zuluaga
En pleno siglo XXI nos encontramos en una sociedad que avanza sin parar en cuanto a condiciones materiales se trata. El acceso a la información está a un solo clic, y la vida es más cómoda para todo, gracias a las herramientas que el ser humano ha inventado fruto de su capacidad creativa llevada a niveles nunca antes vistos y por supuesto a la cooperación colectiva.Sin embargo, en lo que respecta al crecimiento interior, seguimos en deuda. La fórmula está ahí desde hace siglos, cuando los filósofos clásicos dejaron plasmadas sus grandes reflexiones sobre la condición humana.
¿A qué me refiero con esto último? seguimos aferrados a ideologías que nos dividen y que crean enemigos y quimeras olvidando lo fundamental, es decir, principios universales que abarcan a todos los seres humanos, independientemente de la línea política o ideológica en que se ubique. Por eso, ¿no es mejor pensar en los objetivos últimos? y ¿en lo que como sociedad queremos alcanzar en vez de estar odiándonos por ideologías? Todos queremos más justicia social, y más prosperidad no importa el tinte político, el problema se encuentra en el camino que se toma para alcanzarla.
Para ello se me ocurre que; primero necesitamos reconocer que existen caminos más efectivos para alcanzar lo que como sociedad anhelamos. Segundo, debemos evitar encerrarnos en una camisa de once varas que impide abrirnos a lo desconocido —y que, en muchos casos, podría resultar útil—. De esta manera, estaremos dando un gran paso hacia el diálogo y la interconexión con otras perspectivas que, aunque quizá no compartamos, también ofrecen formas valiosas de abordar los grandes problemas de la justicia social, la pobreza y demás desafíos colectivos. Y por último, debemos zafarnos de las ideologías políticas y de los líderes que en nombre de buscar el bien común, nos dividen y radicalizan.
Todo lo anterior cobra sentido si ponemos el acento en el crecimiento interior. ¿Por qué? Porque, ante todo, necesitamos ser seres humanos capaces de vivir en comunidad y en hermandad, a pesar de nuestras diferencias. Al final, las ideologías suelen nutrirse con odio, corrupción, mentira, envidia y egoísmo: emociones y actitudes que nacen en el corazón de cada persona. Por eso, cada cual tiene la responsabilidad de vigilar qué deja entrar en su interior y cómo transformarlo, pues allí comienza la construcción de una sociedad más justa; aunque ingenuamente a veces creemos que eso es meramente político.
La pregunta es: ¿por qué estamos tan distraídos de esas emociones que trazan el camino? En la esfera política rara vez se habla de ellas, y casi siempre se relegan al ámbito de la religión. Sin embargo, ¿cómo pasar por alto aquello que atraviesa todas las dimensiones de la vida humana? Tal vez el problema es que hemos puesto la atención en lo que no corresponde, y por eso el crecimiento interior sigue siendo un avance tímido, aunque sea el más urgente de todos.