Versocracia

reflexiones

El hastío

6 de septiembre de 2025 · Por Dora Zuluaga

El hastío
El hastío de un mundo en redes donde el brillo oculta el vacío interior.

Cada vez se replica más el hastío por las redes sociales, pues la vida fastuosa, determinada por el culto a la belleza, la pleitesía al dinero y el afecto por los bienes materiales, ha reemplazado lo simple y esencial. Hoy el éxito se exagera, la felicidad se enmascara en la opulencia y en la apariencia, y la pregunta por el sentido y el origen de la vida suele ser acallada con lo finito. El vacío y la aridez del alma se disfrazan con una felicidad irreal manifestada en lo efímero y en los likes, pretendiendo así llenar lo inefable con migajas y vulgaridades. Pero, inevitablemente, el hastío toca la puerta.

Reconocemos que ese hastío es consecuencia del ego, que minimiza el proceso propio y focaliza la atención en la comparación y la ostentación triunfal. En esa distracción es cuando llega el hartazgo de la vida, manifestado en ansiedad, depresión y sinsentido. Allí nada llena y hay una constante hambre de más y más: más dinero, más belleza, más reconocimiento, más likes, más lujo. Pero el espíritu nunca podrá ser saciado con lo finito, así lo haya en abundancia.

Lo anterior es propio de estos tiempos, en que nos abocamos tanto al exterior y a la pantalla que nos convertimos en autómatas de las redes sociales, donde el scroll incesante encadena los sentidos y atrapa nuestro espíritu en la fanfarronería de una vida de solo fachada y apariencia.

Sin embargo, ese hastío nos está llevando a comprender que cada cosa merece su tiempo y cada paso, su propio ritmo. Pues, en un mundo que persigue logros inmediatos y grandezas deslumbrantes con un ruido ensordecedor, elegimos lo contrario: caminar a nuestro compás, sin prisa, con la certeza de que la verdadera plenitud no se mide en velocidad, sino en profundidad. Rescatamos la sencillez de lo auténtico en una época en la que todo se construye bajo el molde de la felicidad superflua. Aceptamos que, a veces, los esfuerzos hechos no se reflejan en los resultados, pero no por ello caemos en la presión de una sociedad apabullante, que se obstina en lograr lo máximo posible en el menor tiempo y con el menor esfuerzo. Nos resistimos a una sociedad que idolatra el éxito y olvida el espíritu.

Por ello, hoy más que nunca abrazamos el silencio como refugio que nos reconfigura; y los espacios a solas para revitalizar el espíritu. Sólo así dejamos el mundo online para habitar el mundo offline que hoy reclama con firmeza nuestra atención y nuestra presencia para SER en autenticidad y verdad.