reflexiones
La felicidad
31 de agosto de 2025 · Por Dora Zuluaga

¿Existe la felicidad? ¿Puede ser una meta de vida? ¿Puede ser alcanzada? Para responder a ello, primero habría que preguntarse: ¿qué es la felicidad? ¿Es lo mismo para todos? ¿O se podría concluir, de una vez, que la felicidad tiene tantas definiciones como personas en el mundo?
Me temo que esto último podría brindar más luces para ir por el camino que quiero transitar, pues si uno le pregunta a la gente qué es la felicidad, hay una gran variedad de respuestas atravesadas por el contexto, la personalidad y, por supuesto, los intereses personales. Sin embargo, a pesar de la multiplicidad de respuestas, en el fondo siempre hay unos pilares comunes para definir la felicidad, como la familia, el amor, la tranquilidad, el bienestar económico, la salud y las relaciones interpersonales.
Ahora bien, la pregunta que ronda mi pensamiento es: ¿por qué encuentro personas que, teniendo todo ello, aún se les ve infelices?
Voy a atreverme a escudriñar las respuestas que llegan a mi mente, no porque yo tenga la verdad, ni mucho menos, sino por el simple ejercicio de confiar en mi proceso reflexivo y creativo para tejer una explicación posible a mi cuestión.
La infelicidad la atribuyo a la falta de conexión con uno mismo. Es algo que diferencia notablemente a quienes son felices de quienes no lo son. Y con felicidad no me refiero al positivismo tóxico que tanto ha golpeado a nuestro tiempo, sino a la capacidad de encontrar un equilibrio incluso en los momentos de dolor. Porque, claramente, los días malos, los días donde el desánimo y el sinsentido nos visitan, son inevitables y forman parte de la naturaleza humana.
Creo que la felicidad son los pilares comunes mencionados anteriormente (familia, amigos, bienestar económico, salud), pero se consuma en el conocimiento de sí mismo. Esto es la piedra angular para encontrar la felicidad —a mi modo de ver—, pues implica escucharse, sentirse, comprenderse y, sobre todo, aprender a estar solo y en silencio. En nuestra época, esto parece un lujo extraño, casi exótico, porque vivimos sumergidos en un océano de distracciones donde la atención se subasta al mejor postor.
Ese ruido constante nos ha llevado a vivir de paradojas: tenemos familia, pero no nos aferramos a ella ni encontramos verdadero apoyo en sus brazos; gozamos de salud, pero no la cuidamos ni la valoramos, mucho menos prevenimos la enfermedad; estamos rodeados de amigos, pero pocos nos inspiran a crecer en virtud; disfrutamos de bienestar económico, pero no siempre sabemos administrarlo.
La gran ironía es que reconocemos que en todo ello se encierra la felicidad, y aun así no la apreciamos como el tesoro que realmente es. Por eso, el conocimiento de sí mismo recobra un lugar esencial: sin autoconocimiento, difícilmente podremos preguntarnos si la felicidad existe o no. Porque, si el punto de partida no es uno mismo, ¿cómo podremos hablar con verdad de lo que significa ser feliz?