politica
Mesura en el discurso
20 de septiembre de 2025 · Por Luis Sendoya
El presidente Gustavo Petro debe moderar su discurso frente a las relaciones internacionales con los Estados Unidos y no tomárselo a la ligera, pues sus impulsos narcisistas tienen consecuencias para un país con más de 50 millones de personas. La institucionalidad debe protegerse y situarse por encima de los caprichos de los gobernantes de turno. Ellos cumplen su mandato y se van; mientras tanto, las instituciones y las familias colombianas continúan desempeñando su rol articulador de cohesión social en la Colombia que queremos: una nación en democracia, con seguridad y con una economía sólida que permita sacar cada vez a más ciudadanos de las garras de la pobreza.
Colombia es un socio estratégico para Estados Unidos en la región desde hace décadas y, como tal, la diplomacia con ese país debe cuidarse, evitando arriesgarla por la incontinencia verbal del presidente Petro en su red social favorita, X, plataforma que utiliza para avivar la polarización y difundir noticias falsas o medias verdades. Está en juego la credibilidad de Colombia como país comprometido en la lucha contra el narcotráfico, en medio de la actual “descertificación” dada por la Casa Blanca, una situación que no se vivía desde el gobierno de Ernesto Samper hace casi tres décadas.
Debemos hablar de la benevolencia de la administración Trump al no sancionar —por ahora— a Colombia, aunque ello resulte polémico. El balance en la lucha contra las drogas deja mucho que desear, en especial en la erradicación de cultivos de coca. Es necesario reconocer que la dependencia de los Estados Unidos es crucial; sin embargo, esta “benevolencia” no es gratuita ni permanente, pues está sujeta a resultados tangibles en la erradicación de los cultivos ilícitos. Cada tuit marcado por la bravuconada y cada diatriba del mandatario contra el gobierno estadounidense constituyen un paso más hacia la pérdida de confianza en Colombia como socio en la lucha contra las drogas. Una descertificación traería consigo sanciones económicas con un impacto potencialmente desastroso.
La Cancillería y el cuerpo diplomático existen por una razón: manejar con profesionalismo, discreción y estrategia las relaciones entre naciones. La política exterior no puede quedar al garete por la volatilidad de una red social. Se entiende la frustración del presidente frente a la lucha contra el narcotráfico —incluidas las incautaciones históricas de cargamentos de droga y la captura de capos reconocidos—, pero esto no es suficiente si el país mantiene más de 250.000 hectáreas de coca, superficie que incluso supera a la dedicada a algunos cultivos de pancoger.
El llamado es, entonces, a la sensatez: a elevar el discurso y fortalecer las acciones para contrarrestar el crimen organizado que explota los recursos naturales de Colombia y degrada el medio ambiente. Hay que abandonar la provocación y trabajar dentro del marco jurídico vigente. La estabilidad y la seguridad de Colombia no pueden depender del temperamento del mandatario de turno. El futuro del país —su seguridad y su economía— es debido al trabajo de todos los colombianos que, desde la legalidad, aportan su granito de arena para construir una nación más solidaria y cooperativa.