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La Violencia Política

13 de septiembre de 2025 · Por Luis Sendoya

La Violencia Política
Violencia política en Colombia: un llamado a defender la vida, la libertad y la democracia.

La violencia política en Colombia es un fenómeno que ha causado vergüenza y asco durante años; una vergüenza que cargamos los colombianos y sobre la que debemos reflexionar y que debemos detener como sociedad. Una vergüenza que atiborra los titulares de prensa, local e internacional, cuando es noticia el asesinato de hombres y mujeres por participar y organizarse cívicamente. ¿En qué mente enferma se plantea la muerte de una persona como una opción viable?

Esta enfermedad que sufre nuestro país, y que parece incurable, ha generado hasta el momento una cifra dolorosa de 10,067,423 personas (según el Registro Único de Víctimas del conflicto armado) que sufrieron la atrocidad de la violencia, la guerra, la desaparición forzada, el desplazamiento, el secuestro, el reclutamiento, las violaciones y la tortura, entre otros vejámenes. Así mismo, en lo corrido del año, han asesinado a 116 líderes sociales —según registros de Indepaz— y a 33 firmantes de las antiguas FARC-EP que le apostaron a la reincorporación. Es decir, aproximadamente cada dos días de este año asesinaron a un líder social o a un firmante de paz. Estas cifras frías, que carecen de rostro, ya deben generar, por sí mismas, un profundo escozor y rechazo a las formas de violencia contra los derechos del individuo —me refiero a la vida, la libertad y la propiedad—.

Da asco el miedo profundo que se genera en una sociedad de muerte, que marchita la vida y la libertad. Pues, al parecer, resulta simple e impune, en nuestro marco jurídico, que personajes siniestros, en complicidades no esclarecidas por connivencia, tomen la decisión de ordenar matar a hombres y mujeres que tienen una voz, críticas, propuestas y acciones de territorio, región y país. Personas que militan en orillas políticas diversas, asesinadas sistemáticamente, todo porque estos delincuentes antidemocráticos y terroristas tienen un propósito ulterior: coartar la libertad del individuo, doblegando su capacidad de agencia porque, a la larga, podrían ser incómodos para núcleos de poder que prefieren individuos sumisos, atemorizados y no organizados.

Así pues, no es un secreto que Colombia padece —y algunos se benefician— de la inercia de un negocio multimillonario y de actividades delincuenciales subyacentes: desde la minería ilegal hasta el tráfico de estupefacientes. Más allá de los ciclos de violencia y de la precarización del orden público colombiano, está en juego la garantía de los derechos fundamentales y la libertad de las personas, que se vulneran; y no hay castigo, porque la impunidad prevalece ante una justicia raquítica que implosiona ante tanta noticia criminal que aparece a diario en nuestro país.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer nosotros, los individuos mortales al leer los titulares de prensa y sentir “dolor de hígado”? Debemos resistir en núcleos, colaborativamente, en defensa de la vida, la libertad y el ejercicio pleno de los derechos fundamentales; leyendo con autocrítica y participando sin ser presa del fanatismo, más allá de ser radicales en defender la vida de los individuos que piensan y sienten de diversas formas este país. Sin colores, o llenos de colores, con banderas o símbolos, el pensamiento político debe promover la agencia individual y solidaria, interrelacionada, para hacer contrapeso a la violencia política que carcome la esperanza de la libertad individual.