politica
Datos no relatos
31 de agosto de 2025 · Por Luis Sendoya

El inicio de la campaña electoral del 2026, que elegirá al presidente de la República y su vicepresidente, junto con 285 congresistas —esta vez distribuidos entre 103 senadores y 182 representantes a la Cámara— cuenta, hasta ahora, con un espectro político variopinto: 12 partidos políticos declarados de gobierno, 9 independientes y 4 de oposición. El ambiente político continúa siendo polarizante, generando un mayor clima de confrontación, mientras las encuestas de opinión electoral muestran el poliedro de la realidad política nacional y se decanta la baraja de presidenciables.
La campaña empezó con premura, instada ahora por la consulta popular que lanzó el presidente Gustavo Petro, para preguntar al pueblo soberano si está de acuerdo o no con 12 preguntas relacionadas con la archivada reforma laboral del gobierno. Estas circunstancias arrastran consigo una batería de estrategias de comunicación política, implementadas tanto por el gobierno como por la oposición, con el fin de construir un relato político que logre despertar y afianzar emociones primarias de apoyo o rechazo en los ciudadanos expectantes frente a los discursos contemporáneos en boga.
La capacidad de crear identidades en el marco discursivo permite utilizar las redes sociales como catalizador de los miedos y esperanzas de los ciudadanos que aún creen en la política. Como lo mencionara Sartori, el objeto es resolver conflictos mediante el poder legítimo y la deliberación. Así pues, se busca generar identidad de grupo en antagonismo con los “otros”: aquellos que no piensan ni comparten las posturas políticas del espectro de su interés. Es decir, se reafirma la identidad propia en oposición al otro.
Las estrategias de difusión de contenido se enmarcan en dos ejes: generar identidad e identificar al antagonista. El candidato procura simpatía y agrado en los consumidores de mass media, mientras que los estrategas políticos segmentan las historias según el público objetivo y la red social utilizada. El fin es conquistar el apoyo de los segmentos con mayor potencial electoral. Sin embargo, conviene recordar que un “like” o un seguidor no significan necesariamente un voto en las urnas.
Ahora bien, teniendo en cuenta el afán de los estrategas por mejorar la favorabilidad de los candidatos o aumentar su reconocimiento ante la opinión pública, es necesario mantener una postura crítica como ciudadanos frente al contenido que difunden los aspirantes a las elecciones del 2026 y, en general, en toda contienda política. Es, por supuesto, legítimo que empleen contenido de tipo “infoentretenimiento”, dadas las dinámicas propias de las redes sociales. Pero es fundamental no reducir la política a un mero espectáculo electoral. La opinión pública debe ser considerada, discutida y atendida por los candidatos, quienes tienen la responsabilidad de proponer y articular opciones reales de cambio o de ejecución de políticas públicas en beneficio del bien común, tal como lo expresa —aunque de manera implícita— el artículo 2 de la Constitución Política.
Así pues, una pregunta que retumba en mi tranquilidad es: ¿qué contenido real tienen las propuestas de los candidatos para las elecciones del 2026? Los ciudadanos debemos rechazar la mediatización del odio y de la esperanza, pues nos reducen a simples megáfonos de ampliación discursiva. Debemos impedir que se tergiversen los valores democráticos, relativizando la libertad, el orden y el progreso. Es indispensable plantear un debate serio de país, y cada ciudadano debe ser consciente de su responsabilidad al no participar en el debate público. Este es un asunto de nación, y el gran reto consiste en alcanzar un consenso sobre el país que queremos construir.